jueves, mayo 19, 2005

¿Cuántos idiotas pueblan "Pierre Menard, autor del Quijote"?

DANIEL SALAS
Una de las sumillas más breves y acertadas de este tan famoso y citado cuento la hallé en una biografía de Borges escrita for Fernando Savater. La recuerdo así: “Pierre Menard es la historia de un idiota contada por un idiota mayor”.

Según esta lectura, el primer idiota es Pierre Menard, el acometedor de la pachotada de reescribir dos fragmentos del Quijote. El segundo idiota, el idiota mayor, es el autor anónimo de la necrología que forma el cuento. Al observar su escritura se revelan dos detalles importantes de su personalidad:

a) es un antisemita y un antiprotestante, en resumen, un fascista católico.
b) es un perdido snob que se complace en su esnobismo.

Ahora bien, el idiota mayor divide la obra de Menard en la obra en dos: la obra visible y la obra invisible. Ninguno de los catálogos sobre Menard lo satisface, porque no consideran esta última. Sin embargo, el mismo narrador confiesa que de la obra invisible, es decir, la escritura de los capítulos 9 y 38 de la primera parte del Quijote, no queda ningún rastro material. Los supuestos “borradores” están perdidos.

Entonces, es posible que el juicio de Savater sea impreciso. Es perfectamente posible que ese Menard invisible sea otra malévola creación del necrófilo anónimo y que, por tanto, no tengamos dos idiotas, sino uno solo: el que cuenta la historia.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta el sentido de la obra visible antes de refutar por completo a Savater. El escrupuloso examen que realiza William Woof [“Borges, Cervantes & Quine: Reconciling Existence Assumptions and Fictional Complexities in 'Pierre Menard, Author of Don Quixote'”. Variaciones Borges: Journal of the Jorge Luis Borges Center for Studies and Documentation 7 (1999): 191-230] es extraordinariamente revelador.

Borges eligió de un modo genial (no cabe otro adjetivo) cómo habría de ser esa obra visible: Woof descubre un rasgo común en esa obra aparentemente tan plural y desenfocada: la búsqueda de fisuras en la metafísica occidental y, por tanto, el encuentro de posibilidades para la manipulación del lenguaje.

Cabe, entonces, postular que el idiota mayor percibió esta constante y que concluyó que una de las posibilidades de la crítica de Menard era fraguar impunemente la reescritura de un clásico para imponer el revisionismo de la historia.

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