jueves, agosto 25, 2005

Borges, Welles, Lynch y la densidad psicológica

DANIEL SALAS

Estoy convencido de que una buena lectura de Borges ayuda a afinar nuestras nociones críticas sobre el arte contemporáneo. En un comentario crítico que, como tal, se presume crítico, encuentro esta apreciación acerca de la versión teatral del Cantar de los cantares, de Edgar Saba, estrenada recientemente en el Centro Cultural de la PUCP: "Saba deja de lado precisamente todo aquello que suelen tener las grandes obras dramáticas: personajes sólidos y con densidad psicológica". Dado que no he visto el Cantar de los Cantares, no me interesa discutir la calidad de la obra de Saba, sino destacar que la crítica que exige "personajes sólidos" no puede a la vez reclamar "densidad psicológica".
No tengo ninguna duda de que, efectivamente, las grandes obras dramáticas poseen personajes sólidos. El segundo criterio, a saber, la "densidad psicológica" es contradictorio respecto de la primera condición. Es bastante obvio que ni los personajes de Sófocles, ni de Shakespeare, ni de Calderón poseen "densidad sicológica" alguna. De hecho, la idea misma de psicología no existía cuando estas obras fueron escritas.
En el arte moderno, la exploración psicológica es desarrollada por el naturalismo y el realismo, dos estéticas rápidamente puestas de lado en el siglo XX a partir de Kafka. La densidad sicológica fue practicada, entonces, muy fugazmente incluso en un género que se prestaba para ella, como la novela. En el teatro y en el cine, dos artes dramáticos que exigen una definición de la acción y del carácter de los personajes, ella es muchos menos practicable.
Si Jorge Luis Borges aplaudió la obra de Franz Kafka y Orson Welles era, entre otras muchas razones, debido a que rehuía de la tentación de ofrecer explicaciones psicológicas. Esta poética aparece bastante clara en el prólogo a la Invención de Morel:
La novela característica, "sicológica", propende a ser informe. Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia; personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad… Esa libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden. Por otra parte, la novela "sicológica" quiere ser también novela "realista": prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo rasgo inverosímil. (Ficcionario 160)
Borges, claro, se refiere a la novela, mientras que el crítico que cito al principio se refiere a "las grandes obras dramáticas" que las poseen, esto es, a un conjunto equivalente a cero. Ahora bien, la admiración que causa en Borges Citizen Kane de Orson Welles tiene que ver, precisamente, con el juego explícito contra una prometida "densidad psicológica". Citizen Kane es, en efecto, una gran broma negra. Los personajes pretenden llegar hasta el fondo de la personalidad de Charles Kane recogiendo diversos fragmentos de su biografía a fin de darles una unidad y, finalmente, descubren que en el origen se halla un juguete banal. Borges lo explica así:
Al final comprendemos que los fragmentos no están regidos por una secreta unidad: el aborrecido Charles Foster Kane es un simulacro, un caos de apariencias. (Colorario posible, ya previsto por David Hume, Erns Mach y por nuestro Macedonio Fernández: ningún hombre sabe quién es, ningún hombre es alguien). (Ficcionario 181)
David Lynch ha continuado indagando este postulado narrativo resumido por Borges. En Eraserhead, Twin Peaks, Lost Highway y Mulholland Drive la "densidad psicológica" no solamente es totalmente irrelevante para la definición de los personajes, sino que incluso es su abierta fragmentación aquello que los define.